En los últimos meses, junto a nuestro equipo, hemos estado trabajando en el desarrollo de un proyecto de responsabilidad social, en el cual tuvimos la oportunidad de visitar varias comunidades ubicadas en zonas rurales del Perú. Esto nos ha permitido conocer de primera mano las realidades y necesidades de comunidades rurales, cuya actividad económica principal es la textilería artesanal.
Esta experiencia nos dejó grandes aprendizajes sobre la realidad que viven, aún teniendo el potencial y talento para salir adelante. En varios lugares es sorprendente la gran tradición textil que vienen practicando desde años atrás. Es una actividad que se ha ido enseñando de generación en generación, y con la cual son capaces de crear textiles de calidad con diseños hermosos y únicos.
Cada tejido tiene su propia historia y significado cultural. Sin duda, estas habilidades y tradiciones son un patrimonio valioso de nuestro país.
Falta de apoyo en las comunidades
Pero, a pesar de esto, también pudimos ver la otra cara de la moneda. Es triste cómo actualmente, la textilería artesanal ya no es vista como una actividad económica que pueda dar sustento a las familias de estas comunidades. Esto es debido a factores como la industrialización del mercado, el avance rápido en la tecnología, el fuerte impacto del Covid 19, entre otros.
Pero, además, es en gran parte consecuencia de la falta de una buena gestión por parte de los gobiernos públicos. Los artesanos simplemente no tienen el apoyo ni impulso necesario para salir adelante.
A pesar de contar con numerosas habilidades y talento, viven en una situación que no les brinda las facilidades necesarias para desarrollar su labor de manera sostenible.
Tienen poco acceso a agua potable, carecen de electricidad para poder operar máquinas en casa, no tienen buena señal de internet para estar alineados con las tendencias del mercado, y con eso acceder a una posible salida comercial online. Por falta de recursos deben además enfocar su esfuerzo en otras actividades como la ganadería y agricultura, que son una entrada de dinero más segura para las familias.
Agregado a esta falta de oportunidades, pudimos notar, gracias a largas conversaciones con ellas, la humillación y el desprecio que sienten por parte de las autoridades. Mencionaron en reiteradas oportunidades que la falta de interés en sus comunidades impacta de manera negativa en su salud mental y autoestima, y hace que su día a día sea aún más difícil.
La responsabilidad de las empresas peruanas
Esta realidad nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de responsabilidad que, ahora más que nunca, deben asumir las empresas peruanas. De alguna manera, sea cual sea el rubro, se debe ver la manera de cómo intervenir y colaborar con el impacto positivo en zonas rurales.
Es importante que las empresas privadas no solo se enfoquen en maximizar sus ganancias, sino también en aportar al desarrollo sostenible del país. Es hora de que tomemos en cuenta el potencial y la motivación que tienen estas comunidades para crecer y contribuir al desarrollo económico del país. Y retribuirles con la misma motivación.
Está demostrado el gran potencial por desarrollar en nuestro país. Las comunidades tienen habilidades y tradiciones valiosas que, junto a un impulso, pueden ser aprovechadas como una actividad económica sostenible en el tiempo.
Es de suma importancia trabajar en conjunto para crear oportunidades de desarrollo económico y social que les permitan mejorar su calidad de vida. Por ello, se necesitan programas que ofrezcan capacitación técnica, financiamiento, acceso a mercados, y que promuevan el respeto y la valoración de su trabajo y tradiciones.
Es hora de que las empresas peruanas asuman su responsabilidad y se involucren en iniciativas que fomenten el desarrollo de estas comunidades. Solo así podremos lograr un país más justo y equitativo para todos.